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miércoles, 29 de junio de 2011

Rosas y pescados

Estoy luchando contra el pulgón de mi rosal. Es, ya sé, algo trivial, sobre lo que quizá no valga la pena hablar. Pero tienes una rosa, o un rosal, y contraes obligaciones con ella. Y te encuentras hablando con quien se te ponga delante de jardinería. "El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante" le dice el zorro al Principito. Así que espero que podáis comprenderme. Tengo mi rosal enfermo y no me da sus aromáticas flores, está en silencio, contraído. No me habla en su idioma perfumado. No es laberinto ni misterio ni regalo ni embriaguez. Es solo un rosal enfermo que precisa mis cuidados.
Me pregunto por qué la rosa. Por qué ella entre las flores acumula tantos significados, tantos versos. Es perfección, mandala, grial, regeneración, amor, corazón, herida, jardín de Eros. Rosa de los alquimistas, de los místicos, de los poetas. Rosa azul, símbolo de lo imposible.
Pienso además en mis vacaciones, quiero ir al mar, y me digo que tendré que dejar a alguien cuidando el rosal enfermo, regando mis plantas. Me viene absurdamente a la memoria traído tanto por los antipáticos pulgones de mi rosal como por mis vacaciones junto al mar, un fragmento de Plinio el Viejo:
"Y tanto es verdad que no hay cosa de que carezca la mar, que se crían en él hasta pulgas y piojos, y se sacan muchas vezes arrebueltos al cevo. Y éstos se cree desasosegan por las noches en la mar el sueño de los pescados."
Así, pienso en mis rosas y en peces de sueño desasosegado. Pensamientos de verano que refrescan y ocupan estos días de calor ardiente en la ciudad.

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