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jueves, 27 de enero de 2011

Belleza




Hans Christian, debes ser un ángel.
En la edición de Teatralia de 2009 pude asistir a esta instalación teatral del grupo danés Teatret Gruppe 38. Una celebración imaginativa y poética en la que los objetos cuentan los cuentos de Andersen. Un espectáculo lleno de misterio, deslumbrante, hermoso. Este vídeo me recuerda la belleza que ví.
Has Christian, debes ser un ángel

martes, 18 de enero de 2011

Acercarse

Dice Berger en “Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos” que los cuadros de Van Gogh no esperan recibir, sino que salen al encuentro. Que el pintor se había impuesto estar cada vez más cerca de la realidad y sus pinturas son una invitación a acercarse.  
“Una pintura tras otra son un modo de decir, asombrado, pero con cierto desasosiego: ¡atrévete a acercarte hasta aquí!”
Ver un cuadro de Van Gogh es, a menudo, sumergirte. Sentir la sombra, la palpitación y hasta la temperatura en el “Sotobosque”; estar contenta y protegida en el mundo ordenado de una habitación en “La habitación de Van Gogh en Arles” o caminar tranquila bordeando la iglesia de Auvers, un edificio sin aristas que acoge no sólo tu mirada, sino que te recibe entera, amorosamente en “La iglesia de Auvers-sur-Oise”. Lo que yo siento frente a Van Gogh, más que frente a ningún otro pintor, es algo que se parece a la entrega amorosa. Siento que él ama al mundo. Su amor es enorme, me sobrecoge. Y desde ese lugar amoroso me pide que sus pinturas sean contempladas. Van Gogh me dice “Mira esto, ¿no es hermoso? Por favor, quiérelo.”
¿Qué es lo que hace a alguien pintar? ¿O escribir? ¿O hacer teatro? ¿O danzar? ¿Qué hay tras esos gestos? La expresión de una emoción, una necesidad de posesión, dar sentido… Berger me da una respuesta. Él habla de encuentro y colaboración. Dice que la pintura es un encuentro entre el pintor y el modelo, que surge del impulso de ir al encuentro. Es, otra vez, acercarse. Berger más adelante escribe que “El amor quiere acortar toda distancia”. Acercarse, acercarse, acercarse.
Entro en el “Sotobosque” de Van Gogh, donde dos árboles se besan. Voy al encuentro. Allí me imagino de la mano de quien amo, sonriente, tranquila. La pintura me recuerda que la felicidad es posible. No promete nada. Me acoge, me invita y me pide, me implora, que lo intente. La pintura me cuenta que, aunque sea por un momento, se puede estar allí.