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jueves, 21 de julio de 2011

Un paseo

Venciendo la pereza que producen las cuestas vale la pena dar un paseo por Guaso, Huesca, y subir al barrio del Tozal hasta llegar al esconjuradero. Las vistas son preciosas. 
Creían los antiguos que dentro de las nubes estaban encerrados los vientos y que dependiendo de cómo se rompiera la nube los vientos se despeñaban haciendo truenos y relámpagos, provocando tempestades. Para evitar que éstas cayeran sobre el pueblo acarreando desgracias estaban los esconjuraderos, lugares donde sacerdote y feligreses invocaban para ahuyentar tormentas y plagas.
En la Revista del Aficionado a la Metereología encuentro esto: En Sobrarbe, comarca pirenaica de Huesca, los encontrarás en Asín de Broto, Burgasé, Campol, Asín, Guaso, Almazorre, Mediano y San Vicente de Labuerda. Cuando la bruxa del lugar enviaba la tormenta, repicaban las campanas, el mosén corría a refugiarse en el esconjuradero, y lanzando a viva voz las formulas sagradas, asperjaba agua bendita contra las nubes negras. Hoy se conserva una de esas fórmulas que el mosén gritaba en San Vicente:
"Boiretas en San Bizien y Labuerda: no apedregaráz cuando lleguéz t’Araguás: ¡zi! ¡zas!" 
En la misma fuente se menciona que el inquisidor Fray Martín de Castañega, en su "Tratado de supersticiones y supercherías", dice que los conjuradores jugaban con las nubes "como con una pelota". 
Ya no hay conjuradores que deshagan tormentas, se han perdido la costumbre y el oficio. Qué bonito sería ver a los conjuradores jugando con las nubes de esconjuradero a esconjuradero. Como no puede ser, se conforma una con mirar el horizonte desde lo alto, e imaginar. Y si pasan nubes, mirar "esas bellezas meteorológicas" que dijo Baudelaire, y soñar con ellas y sus caminos del aire. 

Foto extraída de Wikipedia

viernes, 15 de julio de 2011

De los placeres

Paseos con el mar al lado. Con su rugido o su canto. También los grillos. Y alguna sorpresa como una liebre que se asoma al camino, se detiene, mira, me mira, y de un salto, desaparece.
La luna, redonda y brillante, enorme, colgada del cielo rosa de este julio. Encuentros con amigos. Calor. Cervezas fresquitas. Risas.
Melocotones, cerezas, sandías: sabores del verano.
Llueve sobre el mar: soy una isla rodeada de agua por todas partes.
Leo en un libro que me recomienda una amiga esta cita de Artaud:
"Del cuerpo para el cuerpo con el cuerpo desde el cuerpo y hasta el cuerpo"
Por si se nos olvida en invierno, está el verano para recordárnoslo: somos este cuerpo que suda, saborea, se tumba, juega, camina, acaricia...
El verano invita. Mi cuerpo se mueve. Viajo.
El verano invita a viajar tanto como a tumbarme tranquila al sol. Viajar atravesando paisajes y días y cuerpos. Viajar en libros, canciones y en la carretera.
Sentir, que ya lo dijo el poeta, es la mejor manera de viajar.
Viajo.