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viernes, 18 de mayo de 2012

rumor de mar


Si los rumores de río son buenos contra la melancolía, ¿tendrán alguna virtud terapéutica los rumores de mar? Dice Cunqueiro que los pilotos árabes dirigían sus naves de oído. El mar suena, canta, y en ningún lugar su canto es igual. Cada mar tiene su voz. Dice también don Álvaro que los pilotos ancianos guardaban en sus oídos todo lo que habían escuchado en la mar, y que bastaba con que un aprendiz, un aspirante a piloto del Califa, acercara su oreja izquierda a la derecha del anciano, para que escuchara la mar, pero no como en las caracolas, sino el mar que el piloto maestro quería que el novato aprendiera. Me gustaría tener oído de piloto árabe. Traería a mi memoria el mar cada vez que quisiera. Y cada vez uno distinto. En las noches de insomnio, por ejemplo, el mar de mi infancia, que es el de Canarias, el océano Atlántico.
Aquí dejo un pedacito de rumor Atlántico. Paseaba yo hace dos días por Arinaga, en Gran Canaria, y decidí llevarme conmigo un poquito de mar para intentar paliar en Madrid su ausencia. Porque no soy piloto del Califa tuve que usar una memoria electrónica.
Caminar con el océano al lado es un enorme placer. Se llenan los ojos de horizonte y de azules. ¿Cuántos azules cabrán en el mar?

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