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martes, 2 de noviembre de 2010

Biblioteca de Cuerdas y Nudos

He tenido la suerte de entrar en la única biblioteca de cuerdas y nudos del mundo, que es a la vez la segunda biblioteca del mundo de manuscritos inéditos y, de nuevo, la única biblioteca de manuscritos encontrados en la basura.
Esta Biblioteca de Cuerdas y Nudos, además, se mueve. Yo la encontré en Valencia, y sé que ha estado en Viseu, Evora, Pombal, Beja, Lisboa, Londres, Milán, Anvers, Madrid, Castellón...

Antes de entrar ves una valla de tablas de madera. Entre las rendijas de las tablas, o por las mirillas que te dicen que hay y que buscas (están a la altura de los ojos de un niño, de una niña), puedes atisbar el interior. Luego entras, estás un espacio circular. Te piden que mires y que escojas un objeto que te llame la atención para preguntar sobre él. Así, primero con un diálogo silencioso y posteriormente siguiendo el hilo de las palabras de José Antonio Portillo, descubres que todo lo que hay a tu alrededor tiene una historia, significa. Los objetos primero han hablado con nosotros con el lenguaje de las cosas. Vemos en ellos el tiempo que pasa, imaginamos las manos que les dieron forma o los colocaron en los estantes, vemos una intención de belleza, armonía, sentimos que nos acogen, que quieren ser preguntados. Están ahí para decirnos algo. Recuperas la tentación infantil de tocarlo todo. No quieres solo ver. Luego, lo que cuenta José Antonio llena de significado cada cosa y así cada cosa es una invitación a imaginar, a descubrir, a recordar. Es la unión de lo que vemos y sentimos en ese espacio con lo que se narra, lo que produce el goce estético y aun más, la experiencia. Tenemos la sensación de ser acogidos en un lugar donde todo tiene sentido, donde lo más sencillo cuenta. De repente, todo habla. Todo nos habla. Todo nos dice: mírame. Todo nos ruega: no me desprecies. Y hay que atender la súplica de una bolita de papel arrugado y mirar lo que no siempre miramos. Cuesta trabajo salir de esta biblioteca especial, donde se rescatan del olvido las historias mínimas de las que está hecha la vida.  

¿Por qué hablar acerca de esta biblioteca singular, acerca de esta instalación? Seduce el espacio, seducen las cosas, seduce el narrador. Pero eso, con ser placentero, no es lo único que sucede. Hay historias que emocionan, juegos de complicidad que me hacen recordar mi infancia, cuando vivía en un mundo en el que las cosas latían, estaban vivas. Pero tampoco es eso. Todavía no lo sé realmente. Pero necesito hablar de ello. Sé que hay una invitación que yo he aceptado.  

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